Toca mi inconsciencia la avidez lenta
que emanan mis poros,
me dejo tentar prisionera de los placeres que,
entre caricias me inventa a su antojo
sedándome cada uno de mis sentidos.
Sus dedos, hábiles exploradores
caminan los escalofríos de mi cuerpo,
preludio trémulo que articula mi piel
Pasión prohibida que clava los dientes
hostigando sin remordimiento,
deseo irracional que reverbera en mi vientre
y me estrecha lentamente a su carne,
danza cándete, donde ruge las ansias no saciadas.
Y así... convirtiéndome en su cómplice,
nazco y muero entre sus muslos,
como en un duelo de Ángeles caídos,
desnuda de alma...
desnuda de cuerpo...
Habito en los instantes que,
en mi pecho yacen etéreos.
Amanteceres