lunes, 22 de noviembre de 2010

MON PETIT

Llevaba meses detrás de pasar un fin de semana en Paris y por fin llego el ansiado momento, una de mis mejores amigas tuvo un imprevisto de última hora y no me pudo acompañar, pero eso no fue motivo para que yo anulara el viaje, por otro lado no me importaba estar sola en la ciudad del amor, no precisamente allí, una ciudad llena de posibilidades para disfrutar al máximo, más bien seria que el tiempo pasaría volando y yo me quedaría con ganas de mas... Ya alojada en un hotelito bastante romántico por cierto, me dispuse a pasear por la ciudad, no tenía prisa ni nada en concreto que visitar, pues no era mi primera estancia en Paris, por lo que decidí relajarme entre sus calles y avenidas mezclándome entre la gente, disfrutando del colorido de las floristerías que sacan a las aceras cientos de flores y plantas a cual más impresionante, o de impregnarme en el aroma que salen de las pastelerías, donde sus escaparates invitan a pasar a su interior para deleitarse con todo tipo de dulces. Tras un largo paseo decidí hacer un descanso en algún estupendo café de los que esta ciudad ofrece a sus viandantes, tenía sed y me apetecía tomar algo, por suerte encontré uno precioso, situado en un lugar único, en el corazón del Louvre, bajo las arcadas y al frente de la gran pirámide. Ubicado en uno de los ambientes más encantadores de París, sus salas habían sido decoradas al más puro estilo Napoleón III, y su fabulosa terraza sombreada abierta al carrusel daba al establecimiento un ambiente bastante elegante. Me acomodé en una de las mesas de la amplia terraza, mientras esperaba al camarero observé a mi alrededor, el sol estaba radiante, la temperatura era muy agradable, motivo para que las terrazas estuvieran concurridas de gente, cerca de mí, justo dos mesas por delante, había un grupo de hombres tres en concreto, más o menos de mi edad, me di cuenta que el del centro me miraba fijamente, algo que me llamó la atención pues mientras que los otros charlaban el permanecía en silencio con la mirada fijamente en mi. Llegó el camarero, le pedí para tomar un café con leche y una porción de tarta de manzana, mi francés no es que sea muy fluido pero si es lo suficiente para defenderme en este tipo de cosas, además por suerte mi teléfono lleva traductor lo cual siempre es una ayuda. Por un momento me olvidé del desconocido pero tenía la sensación de que estaba siendo observada, con la ventaja de mis amplias gafas de sol pude mirar de nuevo disimulando la intención, dos de los hombres se habían ido, solo quedaba el del centro y esta vez no solo miraba sino que hizo un movimiento con la cabeza a modo de saludo sonriendo a la vez, yo me hice la despistada, en ese momento llegó el camarero con el encargo. Entre sorbos de café y bocaditos de pastel empezó un cruce de miradas cada vez más insinuantes. Se levantó de golpe encaminándose hacia mí, lo que veía me gustaba cada mas, se acercaba, era un hombre alto, delgado, pero de hombros anchos seguramente consecuencia de horas de gimnasio; su pelo negro, largo, y rizado llamaba la atención, era evidente que lo tenía bien cuidado, se paró justo en frente de mi a la vez que se quitaba las gafas, dejando al descubierto unos enormes ojos negros poblados de unas espesas pestañas, un hombre muy atractivo de tez morena y barba de varios días... -Bonjour belle dame! Parlez-vous français?(Buenos días bella dama, ¿habla usted francés?).
-Bonjour monsieur! Oui,un peu.(¡Buenos días caballero! Sí, un poco).
-Êtes-vous en espagnol! Je parle un peu, nous comprenons, bien sûr ... «Je peux?
(¡Es usted Española! Yo hablo un poquito, nos entenderemos, seguro... ¿puedo?).
Apartó una silla con la intención de sentarse.
-Oh oui, s'il vous plaît...(Oh sí, claro, por favor...).
-Merci (gracias).
A continuación comenzó una conversación mezcla de francés y español la cual nos permitía comunicarnos sin ningún problema. Tras una charla de lo más interesante y divertida decidimos dar un paseo. Desde la plaza central nos dirigimos hasta Le jardin des Tuileries (El Jardín de las Tullerías). Es un vasto jardín abierto al público que ofrece unos bonitos paseos. Se sitúa en un enclave muy concurrido de París: entre la Plaza de la Concorde y el Museo del Louvre. Así que, aunque no quieras te topas con él. Muchos bancos y sillas a lo largo del jardín permiten sentarse tranquilamente a disfrutar del entorno.
Sin darnos cuenta nos adentramos por una zona de bastante vegetación y poco concurrida de gente, la conversación cada vez era más insinuante, sus miradas penetrantes y su dulce acento me tenían bastante excitada, entramos en un juego seductor, entre palabras y gestos la conversación iba subiendo de tono, los instintos se alteraban, el deseo de ambos se palpaba, traspasaba la piel mordazmente y asfixiaba, un escalofrió me recorrió por todo el cuerpo cuando de un impulso me apoyó sobre un árbol, susurrándome:
-Je souhaite que mon petit ... (Te deseo, mi pequeña...). Su boca se precipitó sobre la mía, con su lengua abría mis labios suavemente, después como un animal hambriento se sumergió sobre ella entremezclándose las salivas, las ganas, los besos... Con sus manos abrió mi abrigo y un par de botones de mi blusa, sus labios se deslizaban por mi cuello hasta buscar mis pechos, uno de mis pezones quedo al descubierto, su botón rosado se izaba firme, con su lengua lo acarició y con su dedo rodeó toda la aureola, los sacó por encima del sujetador, tocándolos, besándolos, lamiéndolos con ansia, yo sentía que me deshacía entre suspiros, sus manos resbalaban por mi piel bajo mi falda incendiando mi carne, embriagando de deseo mi sexo que aguardaba impaciente. - Je vais faire l'amour, mon petit ... (Te voy a hacer el amor mi pequeña).
En un arrebato de avidez abrió mis piernas y de una sola embestida me poseyó; una explosión de placeres evaporaron mis sentidos, mis piernas estrangulaban su cintura, mis uñas se clavaban como garfios a sus hombros, la pasión empujaba nuestras caderas en un ritmo de fuego que abrasaba las entrañas, la necesidad por acoplar nuestros sexos, por empacharnos de nosotros mismos era bestial...
-Ne cessez pas de mon amour, ne vous arrêtez pas ... (No pares mi amor, no pares...).
-¡ohh ma petite!
-Mon petit... El sol caía a muestras espaldas con un rojo exultante, reflejo de nuestro deseo carnal, ajenos al mundo nos dejábamos colar por las rendijas de la desmemoria, dibujando placeres entre temblores, desbordados de orgasmos voraces, ardientes, insaciables, hambrientos de vida...

Amanteceres
Safe Creative #1011227912389