miércoles, 6 de octubre de 2010

DULCE PECADO II

Dicho esto se abalanzó a mi boca con la misma fuerza que lleva un tapón de champán cuando lo descorchan. Sus manos desabrocharon los botones de mi camisa impulsivamente, acariciando a su paso todo lo que encontraba, sus labios ardientes ya recorrían mi cuello e hizo una parada entre mis pechos, los sacó delicadamente por encima del sujetador, comenzó a besarlos y a lamerlos con tal ansia que pareciera que jamás antes lo hubiera hecho. Desocupó la mesa con rapidez y me tumbó en ella, yo, suelo ser bastante apasionada en mis encuentros sexuales, pero esta vez decidí abandonarme a sus deseo, me dediqué a disfrutarle... Sentí como sus manos se deslizaban por mis piernas a la vez que subía mi falda hasta mis caderas, comenzó a besarme justo por encima del triangulo de mi tanga, su boca jugaba con los cordones de la tela, hasta que decidió retirarlo por completo dejando mi sexo totalmente al desnudo y a su plena disposición, se sentó en su sillón justo frente a mí, cogió con delicadeza mi pierna izquierda posando mi pie justo en uno de los brazos del sillón, después hizo lo mismo con la derecha, y como si lo tuviera ensayado sus manos se engancharon a mis muslos como garfios a la vez que su cara se hundía allí justo, en el epicentro de mi cuerpo,donde yo reventaba en hervores y vapores, donde creando espirales de lujuria con su lengua se curvaba mi cuerpo de un inmenso placer, logró que perdiera la noción de todo lo terrenal, sumida por la gran excitación que en ese momento me estaba haciendo sentir, era como si su sangre y la mía circularan por el mismo torrente sanguíneo, él sumido en la voracidad de la más intensa pasión y yo revolcándome de delirio en la antesala de un orgasmo inminente. Así fue, un latigazo de placer me recorrió entera quebrando mi cuerpo entre gemidos y suspiros, dejándome sin aire y a la mas inevitable fragilidad, no podía apenas hablar y con bastante esfuerzo me incorporé, el bajó mis pies al suelo, entonces se levantó del sillón, me volvió besar, esta vez su boca era más agresiva, el sabor impregnado de mi sexo volvió a excitarme y en cuanto a él, era notorio como el sudor de su cuerpo se había pegado en la espalda de su camisa, su piel ardía, su fastuosa erección era más que evidente, su pene estaba pidiendo ser liberado urgentemente, así lo hice, desabroché su cremallera e introduje mi mano en su interior, palpando su pene y bajando a sus testículos, él se bajó su pantalón y su bóxers a la vez, lo empuje a su sillón logrando que se sentara, y me dispuse a lamer su imponente falo, jugaba con mi lengua recreándome en su glande, lo engullía y lo abandonaba para bajarme a sus testículos, a él este ritual le encantaba, notaba su aprobación con su mirada donde se reflejaba su lascivia contenida, de un impulso me levantó por los brazos incorporándose a la vez, me tumbó de nuevo en la mesa pero esta vez boca abajo, mis manos se agarraron al borde de la mesa mientras que las suyas sujetaban con fuerza mis caderas, desnuda de cintura para abajo lamio mis glúteos y mi sexo desde atrás, llevándome de nuevo a enloquecerme de deseo, rozaba suavemente su pene contra mis nalgas, en el preludio de una inminente penetración, la cual no tardo en aparecer, entró en mi delicadamente apretándome todo lo que podía contra si, mientras yo sentía como su pene se acoplaba a mi vagina, parecía que le hubieran hecho a medida para ella, esa sensación me excitó bastante, sentirme tan llena, tan penetrada, dos cuerpos enlazados por sus sexos, hambrientos de ellos mismos, incansables de darse placer mutuo... Empezó a moverse de forma lenta pero a medida que su excitación crecía se aceleraban sus movimientos que pasaron de ser suaves a casi salvajes, su aliento como fuego ardiente se clavaba en mi nuca, vistiendo la pasión de rojo vivo, sus gemidos indujeron a los míos, provocando en mi un estado de exaltación que me incitó a suplicarle con palabras subidas de tono, palabras que no solo le encantaron sino que lo incitaron a unirse al juego.
Su lascivia desvistieron las borrascas de su cuerpo en la ingravidez de un tiempo suspendido entre relojes sin agujas, su cuerpo se convulsiono, sus manos se clavaban en mis caderas mientras gemía como un animal hambriento por saciarse, se derramó por completo dentro mi, entre espasmos de placer llegó a la culminación de su orgasmo. Permaneció inmóvil durante unos breves instantes, su respiración entre cortada delataba aun la fatiga de su cuerpo, pero no quiso demorar ni un momento más lo que por su cabeza le rondaba, salió de mi, a la vez que me incorporaba por los hombros, esta vez me sentó en el sillón, se puso de rodillas frente a mí, abrió mis piernas y con nuevas fuerzas renovadas empezó a lamer de nuevo mi sexo, húmedo hasta la saciedad por la mezcla de fluidos, se recreo con su lengua en mi clítoris, jugando a reventar deseos, mi cuerpo arqueado solo obedecía a los impulsos de su boca, mis manos se aferraban a su pelo, mordiéndome los labios de puro gozo me elevó entre nubes de caricias al momento sublime do
nde explotaba en placer...
Desde ese día se convirtió en el vicio de mis vicios, cada vez que nos cruzábamos las miradas y las sonrisas llevaban mensaje secreto, nuestros cuerpos reaccionaban con el simple roce de unos dedos, código perfecto del hambre de su carne, de la sed de mi sexo. Yo su lujuria, él, mi más dulce pecado…


AMANTECERES
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