CAFÉ PARA DOS

Estoy en la cocina y apareces justo a tiempo, acabo de hacer café y un delicioso aroma impregna el ambiente, estoy preparando las tazas como si de un ritual se tratara, te acercas sigiloso y cuando llegas a mi espalda te abrazas a mi cintura y me aprietas con fuerza contra ti, me besas la nuca y un escalofrió me recorre de arriba abajo por todo el cuerpo, tus manos exploran cada parte de mi al paso que te vas deshaciendo de mi ropa, vienes con la furia de un mar bravo que empuja y arrastra como si fuera el ultimo día por amar, agarrado a mis caderas siento tu hombría, robas mi tranquilidad, aceleras el deseo mientras tiemblo con el roce de tu cuerpo, me envuelves en tus brazos y me acomodas con el máximo cuidado sobre la mesa.

La frialdad de la madera se fusiona con el calor que desprendo en ese momento, casi agradeciéndolo, suavemente me cubres de besos relamiendo cada trocito de mi piel, las yemas de tus dedos se deslizan por mis costados, tacto que se graba, tú boca devora mi boca, beso a beso, se detiene el momento, flujos de miel que reavivan, sabor que se clava en mis entrañas, encuentros de humedad cálida cuando las lenguas se enlazan, y me abandonas para bajar por mi cuello con pequeños mordiscos hasta llegar a mis pechos, donde un suspiro se suelta y tú te deleitas cuando notas mi goce, te resbalas poco a poco hasta llegar a mi fruto que se crece por momentos y lo acaricias en un vaivén de tus dedos, las ganas se desatan entre gemidos que no callan, y me tomas por completo, pasando de lo divino al cielo, entregados al placer nos perdernos en oleadas de pasión y fuego, te derramas por completo, siento tu llama muy dentro calor apetecible que nos lleva al éxtasis.

En el silencio que deja solo se escucha el aliento de ambos y un susurro desvanecedor que cala y se hace dueño del momento.

Amanteceres.